Una de las etimologías que explican el nombre de la ciudad de Jerusalén traduce su nombre hebreo como “la ciudad de las dos paces”, haciendo clara referencia metafórica tanto a la “paz celestial” como a la “paz terrenal”, la primera proclamada y prometida por los profetas que vivieron o pasaron por ella, la segunda siempre anhelada por los políticos de todas las épocas que la han gobernado a lo largo de sus más de cinco mil años documentados de historia.
Santificada por las tres grandes religiones monoteístas del Mediterráneo, Jerusalén se convirtió en una ciudad rezada y deseada, codiciada por todos, objetivo, blanco y diana de peregrinos de toda índole llegados a ella en son de paz, así como de soldados y de ejércitos en son de guerra, culpables de asediar, incendiar, arruinar y devastar Jerusalén más de cuarenta veces durante su larga historia.
Ciudad santa o ciudad maldita, Jordi Savall y Montserrat Figueras –junto con músicos judíos, cristianos y musulmanes de Israel, Palestina, Grecia, Siria, Armenia, Turquia, Inglaterra, Francia, España, Italia, Bélgica y las formaciones Hespèrion XXI y La Capella Reial de Catalunya– presentan los avatares históricos de Jerusalén en un friso de textos y músicas sobre sus protagonistas: músicas judías, árabes y cristianas desde tiempos remotos hasta la actualidad donde Jerusalén se presenta como una ciudad que espera reunir algun día las dos paces de su nombre.>
EL PODER DE
Nos damos cuenta entonces de lo acertado de la afirmación de Elías Canetti cuando nos dice: «La música es la verdadera historia viviente de FICHA: Fecha y lugar de grabación : 2007-2008 Collégiale de Cardona (Catalogne). L’église de Saint-Pierre-aux-Nonnains. L’Arsenal de Metz. L’Abbaye de Fontfroide
Junto con Montserrat Figueras y Manuel Forcano, adquirimos conciencia desde el principio de que no sólo había que evocar su recorrido único debido a sus repercusiones universales, sino, en particular, debido a que resultaba evidente que esa evocación –que constituía al mismo tiempo un ferviente homenaje– sólo sería posible si se tenían en cuenta los testimonios esenciales de cada uno de los principales pueblos, culturas y religiones que la han dotado de forma a lo largo de la historia. Una historia muy rica en acontecimientos y, desde siempre, extremadamente dramática y conflictiva. Historia o mitología, leyenda o realidad, cantos o melodías, todo en ese universo parece querer sintetizar a través de “el poder de la música”, los elementos esenciales de la civilización humana en el espacio de una ciudad que, desde el principio, se convirtió en sagrada y mítica para las tres principales religiones monoteístas.
Para abordar este proyecto había que reunir un conjunto de músicos de diferentes tradiciones y procedentes de los principales países y culturas que han desempeñado un papel influyente en los acontecimientos antiguos y actuales. Así, además de los músicos habituales de España, Francia, Gran Bretaña, Bélgica y Grecia que forman el equipo de solistas vocales e instrumentales de Hespèrion XXI y
La música nos permite una mirada llena de emoción y luz sobre leyendas, creencias y acontecimientos que constituyen un concentrado fabuloso de vida, cultura y espiritualidad en simbiosis con lo que ocurre en el mundo. Muy marcadas por la presencia histórica de las principales religiones monoteístas (la judía, la cristiana y la musulmana), la historia y las músicas de Jerusalén constituyen el reflejo de una vivencia única en la cual las guerras y los conflictos más extremados van de la mano de los hechos y los gestos más elevados y espirituales de toda la historia de la humanidad.
Para dar forma a un programa musical e histórico tan complejo había que encontrar una estructura original imaginada a partir de las propias fuentes del tema que presentamos, dividido en siete capítulos que contienen los momentos clave de su historia. Tres capítulos centrales contienen una selección de las músicas más representativas de los tres períodos principales relacionados con las tres religiones monoteístas.
La Ciudad judía está evocada desde la época de su fundación hasta la destrucción del templo con el sugerente sonido del shofar, una selección de los más hermosos salmos de David tal como se han conservado en la antiquísima tradición de los judíos del sur de Marruecos, una danza instrumental y un texto recitado en hebreo del rabino Akiva.
Evocamos, por último,
Un cuarto capítulo está dedicado a
Un quinto capítulo está dedicado a Jerusalén “Tierra de asilo y exilio” con dos emotivos cantos de exilio y dos de asilo: el romance “Palestina hermoza y santa” de
Por último, los dos capítulos que completan el número siete se refieren a una de las etimologías que explican el nombre de la ciudad de Jerusalén, traducido del hebreo como “ciudad de las dos paces” y que hace clara referencia metafórica a la “paz celestial” y a la “paz terrenal”. La paz celestial, que nos sirve de preludio, proclamada y prometida por los profetas que vivieron o pasaron por la ciudad, es evocada mediante tres cantos antiguos correspondientes a cada una de las tres religiones monoteístas: un oráculo sibilino procedente de una fuente judía del siglo III a. C, un canto árabe de origen sufí sobre
La conclusión queda para la evocación de la “paz terrenal”, una paz siempre deseada por las políticas de todos los tiempos que han gobernado la ciudad durante más de cinco mil años registrados por la historia. La hemos simbolizado mediante “votos de paz” árabes, judíos, armenios (ortodoxos) y latinos (católicos), así como por una melodía transmitida por tradición oral, conservada viva hasta nuestros días en casi todas las culturas mediterráneas. Esta melodía es cantada individualmente por todos los participantes en griego, árabe (de Marruecos), hebreo, árabe (de Palestina), español, de nuevo en griego (por un conjunto vocal), ladino (canción de cuna), a tres voces (griego, hebreo y árabe), luego en versión instrumental oriental y, por último, cantada juntos en forma coral con todas las lenguas superpuestas, simbolizando así que esa unión y esa armonía no son una utopía, sino una realidad alcanzable si somos capaces de vivir y sentir plenamente el poder de la música. Como colofón a ese final optimista, vuelven de nuevo las “trompetas de Jericó”, pero esta vez para recordarnos que hay todavía demasiados muros separando el espíritu de los hombres, unos muros que habría derribar ante todo en nuestro corazón antes de destruirlos en el exterior por medios pacíficos.
En esos tiempos antiguos, el poder de la música estuvo siempre muy presente. De entre todas las fuentes antiguas,
Desde el principio, nos pareció verosímil que uno de los instrumentos más antiguos existentes, el shofar o cuerno de carnero de Abraham, pudiera haber participado de modo esencial en esa batalla, junto con las antiguas trompetas orientales conocidas hoy como añafiles. Esa primera hipótesis quedó confirmada a lo largo de nuestras investigaciones por el testimonio del abate Nicolás, del monasterio benedictino de Thingeyrar en Islandia, que viajó a Tierra Santa cuatro o seis años después de la composición de la canción de cruzada Chevalier mult estes guaritz (1146). Nicolás encontró las trompetas de Jericó y los shofars al lado de la vara de Moisés (mencionada en esa canción), en la capilla de san Miguel de uno de los palacios de Constantinopla (Bucoleón). Este hecho está confirmado en el inventario de Antonio, el arzobispo de Novgorod, quien dice más precisamente que estaba guardado entre una de las trompetas de Jericó y los cuernos de carnero de Abraham (Riant, Exuviae Constantinopolitanae, Ginebra 1878). La partitura que hemos imaginado para esta fanfarria no puede definir ninguna nota, dado que cada instrumento tiene una entonación completamente diferente. Se trata, pues, de una construcción y una superposición del todo aleatorias de sonidos teniendo en cuenta el lenguaje característico de esos instrumentos primitivos, estructurados con ritmos y dinámicas básicas bastante precisas de forma individual, pero libres en su conjunto. El efecto sonoro conseguido por los catorce instrumentos y tambores debe imaginarse multiplicado por treinta o cincuenta si queremos aproximarnos al efecto producido en la realidad por las legendarias trompetas de Jericó.
Otro ejemplo del poder de la música que deseamos destacar se sitúa en el extremo opuesto de la violencia sonora. Aquí, los sonidos no desintegran la materia, sino que nos sobrecogen por la fuerza profunda de la emoción y la espiritualidad de una plegaria cantada. En Auschwitz, en 1941, antes de ser ejecutado, Shlomo Katz, uno de los judíos de origen rumano condenados, pidió permiso para cantar el Canto a los Muertos, El male rahamim. La belleza, la emoción y el modo de cantar esa plegaria a los muertos impresionaron y afectaron hasta tal punto al oficial encargado de la ejecución que éste decidió perdonarle la vida y le permitió huir del campo. La grabación que difundimos se realizó algunos años más tarde; es un documento histórico excepcional como memoria de lo vivido y como homenaje rendido en recuerdo de todas las víctimas de esos campos del horror, y también como plegaria por ellas (grabación del CD que acompaña la publicación de H. Roten, las Musiques liturgiques juives, París, 1998).
Como conclusión, de las miles de etapas diferentes de esta rica historia de Jerusalén, hemos seleccionado las que nos han parecido más significativas, ilustradas con cantos, melodías y textos esenciales, un conjunto que forma un fresco multicultural que propone algo más que un simple programa de grabación o de concierto. Aquí la música se convierte en el hilo conductor esencial para alcanzar un auténtico diálogo intercultural entre hombres pertenecientes a naciones y religiones muy diferentes, pero que tienen en común el lenguaje de la música, la espiritualidad y la belleza.
JORDI SAVALL
São Paulo, 16 septiembre 2008
Fecha de publicación : 27 de Noviembre de 2008
Intérpretes: L. Elmalich, M. Shanin Khalil, R. Amyan, B. Olavide, Ll. Vilamajó, M. Mauillon, Y. Dalal, G. Mouradian, O. Bashir, A. Lawrence-King
HESPÈRION XXI
Montserrat Figueras
Dirección : Jordi Savall
Escucha "El male Rahamin"
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