Isacar fue el noveno hijo del patriarca Jacob y la matriarca Lea. Cuando se dividió el antiguo Reino de Israel, a Isacar le correspondió al Este el Jordán, al Sur la segunda mitad del territorio que le habían asignado a Manasés y por el Oeste alcanzaba el Mediterráneo.
Marc Chagall concibió las tonalidades que describen al pueblo judío y las plasmó en las 12 vidrieras que representan a las 12 Tribus de Israel tal como son descritas en Génesis 49 y Deuteronomio 33, ideadas para la Sinagoga del Centro Médico de la Universidad Hebrea de Hadassah (Jerusalén) en 1962. Las vidrieras fueron un obsequio deseinteresado de Chagall a la Hadassah (Organización Sionista Femenina de los EEUU) con motivo del 50º aniversario de su fundación. En cada una de las vidrieras, el pintor judío de origen ruso plasmó la personalidad de cada uno de los descendientes de Lea y Jacob, a partir de quienes surgieron las 12 tribus de Israel. “Isacar es como un asno de fuertes huesos,
reclinado entre las alforjas.
Cuando vió cuan seguro, y cuan agradable era el país,
Dobló su hombro bajo la carga.”
reclinado entre las alforjas.
Cuando vió cuan seguro, y cuan agradable era el país,
Dobló su hombro bajo la carga.”
Desde 1959, y durante dos años, Chagall y su colaborador Charles Marq trabajaron en este proyecto. Y estuvieron presentes el día de la inauguración del templo, en el transcurso de cuyo acto dijo:
“Mi deseo, al realizar este presente, es extender mi mano también, al mundo de la cultura, a los poetas y artistas de los pueblos vecinos”.
“Mi deseo, al realizar este presente, es extender mi mano también, al mundo de la cultura, a los poetas y artistas de los pueblos vecinos”.
Los tonos predominantes de cada vidriera fueron extraídos de las bendiciones de Jacob y Moisés, así como de la descriipción del ephod (cobertura de lino fino, corta y sin mangas que se ponen los cohenim -sacerdotes- sobre todas las demás) del sumo sacerdote, en Éxodo 28:15, el cual fue pintado en oro, azul, púrpura y escarlata. Además, poseía 12 gemas, incluyendo la esmeralda, turquesa, zafiro, azul jacinto, ágata, berilo, lapislázuli y jaspe.
La de Isacar, concretamente, está realizada en verdes y representa una raza de agricultores que valoran el trabajo duro, marcados por la esclavitud.
Sobre las vidrieras, el propio Chagall decía:"Para mi, la vidriera de una iglesia es la pared transparente que separa mi corazón del corazón del mundo. Una vidriera parece sencilla: materia, luz. Para una catedral o para una sinagoga es lo mismo: algo místico entra por la ventana”.
Las vidrieras tienen su origen en Bizancio, pero alcanzaron su punto culminante con la arquitectura gótica de occidente. Las más antiguas que se conservan son las de la Catedral de Augsburgo (1050-1150). La técnica de la vidriera plantea elevadas exigencias, tanto al artista como al maestro vidriero que debe llevar a la práctica los bocetos.
Durante la Guerra de 1967 cinco de las ventanas resultaron seriamente dañadas por los bombardeos y disparos del ejército jordano, y el propio Chagall tuvo que regresar a Jerusalén para reconstruirlas y repararlas. En la vidriera verde de Isacar, que simboliza la tierra de Galilea, permanece el agujero en blanco de un proyectil en una de sus esquinas inferiores, dejado allí a propósito por Chagall como recuerdo de los acontecimientos.
“¿Qué sucede cuando la luz y la tierra de Vitebsk, mi ciudad natal, y de miles de años de diáspora se funden con la luz y la tierra de Jerusalén?
Por lo que sé, en mi trabajo no sólo me han guiado mi mano y los colores, sino también la querida mano de mis padres y la de muchos otros que, con sus mudos labios y sus ojos cerrados, susurraron detrás de mí que querían compartir mi vida.
Me parece como si vuestros movimientos de resistencia trágica y heroica en los guetos y en la guerra en Europa se hubiesen unido, en esta tierra, con las flores, los animales y los festivos colores que yo empleo...
Nuestra época renuncia a ver el completo organismo del mundo y se contenta sólo con una pequeña parte de su piel; por eso mi corazón se aflige al observar este gran cuerpo que es el mundo en su ritmo eterno, y sale fortalecido mi deseo de ir contra corriente del espíritu de nuestra época.
Se me antoja que los colores y las líneas fluyen como lágrimas de mis ojos, aunque no llore. Y no penséis que estoy hablando así en un momento de debilidad. Al contrario, cuantos más años me toca vivir, más absolutamente seguro estoy de lo que quiero y de lo que digo.
Sé que mi camino vital es a la vez eterno y corto. Y aprendí, ya en el vientre de mi madre, a recorrer este camino más por amor que por odio.
Las ideas anidan en mí desde hace ya muchos años, desde el tiempo en que mis pies pisaron esta Tierra Santa, cuando diseñé los grabados para la Biblia.
Esas ideas me han fortalecido y animado a ofrecer mi modesto regalo al pueblo judío, que ha vivido aquí miles de años atrás, junto al resto de los pueblos semíticos.
Y lo que hoy se designa con el nombre de arte religioso, lo he querido crear reuniendo en mi recuerdo también las grandes y antiguas creaciones de los pueblos semíticos. Espero con ello tender mi mano a los pueblos circundantes, a sus poetas y artistas, a todos para quienes sea querida la cultura humana.
He visto las montañas de Sodoma y del Neguev, de ellas proceden las sombras de nuestros profetas, con sus vestidos color pan seco; he escuchado su arcaico lenguaje... Con sus palabras mostraron la manera de conducirnos en la tierra y nos instruyeron en el contenido moral de nuestra vida. Me infunde ánimos y esperanza pensar que mi modesto trabajo va a permanecer en esta tierra, que es la de ellos”.
(6 de Febrero de 1962. Marc Chagall, sobre las vidrieras que realizó para Israel)
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