Dibujante y guionista de cómic nacido el 28 de agosto de 1971 en Niza, se licencia en Filosofía. Completa su formación en la Escuela nacional superior de Bellas Artes de París, entrando en el estudio de Pierre Carron.
La introducción de Sfar en el mundo del cómic se produce por dos vías totalmente diferentes, pero simultáneas. Por un lado, encuentra trabajo como guionista en la editorial Delcourt, donde demuestra un gusto formidable a la hora de narrar. Por el otro, escribe y dibuja obras para la editorial de cómic independiente L'Association, donde explica historias menos convencionales con un dibujo aparentemente desenvuelto, más interesado en la narración espontánea que en malgastar la energía de la inspiración realizando "dibujos bonitos".
Debuta en 1994 con el álbum Les aventures d´Ossour Hyrsidoux y con varias historias en la revista Lapin, editada por L´Association, la cual le editará asimismo algunos álbumes de pequeño formato en la colección Patte de Mouche.
“Empecé a mandar proyectos con quince años; uno al mes, a todos los editores. Siempre dibujé tres páginas al día desde muy niño. Casi nunca me contestaban, pero de repente, Dargaud, Delcourt y L'Association me llamaron a la vez. Ante la oportunidad de trabajar con esas tres editoriales que yo apreciaba, porque siempre había sido lector de underground y de mainstream, empecé a desarrollar tres estilos algo distintos”.
En 1996 lanza su primer álbum en color, Petrus Barbygère, con Pierre Dubois, para la editorial Delcourt; para la misma, a partir de 1996 guioniza Los Potamoks, con dibujos del español José Luis Munuera y Troll, ilustrado por Jean-David Morvan.
En 1997 realiza La fille du professeur para Dupuis, con dibujos de Emmanuel Guibert, y al año siguiente produce como autor íntegro la novela gráfica Paris-Londres para Dargaud.
En 1999 crea, de nuevo en solitario Les dossiers du professeur Bell y, para los lectores más jóvenes, Petit Vampire –a la que se incorpora en el 2000 una serie "hermana", Grand Vampire- y, de nuevo con José Luis Munuera al dibujo, Merlin; todas ellas para Delcourt. El mismo año ve iniciar su colaboración con Lewis Trondheim en la pronto popularísima La Mazmorra, en la que ambos autores comparten mano a mano las tareas de guión y dibujo.
En 2001 vuelve a trabajar con Guibert en Les olives noires, para Dupuis, protagonizada por un niño en la Judea de los tiempos de Jesucristo.
En 2002 es el turno de Socrate le demi-chien con dibujos de Christophe Blain, para Dargaud, y muy especialmente, para la misma editorial y de nuevo como autor completo, un homenaje a sus raíces judías con El gato del rabino, historia de las relaciones entre el rabino titular y su gato, un animal capaz de hablar y razonar como los humanos, que le valdrá tres premios en el Salón de Angoulême 2003 y otros galardones. Sfar es asimismo directo de una colección de libros juvenil, Bréal Jeunesse, de la cual es autor de algunos títulos.
La palabra clave de la obra de Sfar es sin duda "familia". No conoció a su madre, que era cantante, el tiempo suficiente como para tener recuerdos de ella y muchos afirman que sus personajes femeninos tienen ecos de esa madre "fantasma". Perdí a mi madre a la edad en la que uno encuentra satisfacciones en el dibujo. Tenía tres años y medio y, desde entonces, de manera muy obsesiva, dibujo.
La obra de Sfar va por libre, de un modo talentosamente autosuficiente, con una unidad que sólo se puede encontrar en las preocupaciones personales del autor: la virilidad, la feminidad, Dios, el arte, la política, la historia, la filosofía, la literatura, el cine, las culturas de los países que visita, la música... Erudito, interesado en diversas culturas e ideas, Sfar, más allá del “noveno arte”, ha desarrollado una obra sorprendentemente extensa y atractiva
Se educó en las culturas judías askenazí y sefardita. Aprendió hebreo y los principios de la Torá. Sfar es un apellido procedente de “sofer” (escriba, en hebreo).
En un testimonio que Joann Sfar ofreció a las revistas BDK y DVD francesas, especializadas en el sector del cómic, señalaba:
Tus tebeos están impregnados de judaísmo...
Joann Sfar: Sí, se me pega, es agobiante. Además, siempre hablo de eso, es igual que mis cinco kilos de más. Bueno, siete. En fin, ocho y se acabó. Evidentemente, cada dos minutos algo me recuerda que soy judío.
¿Algunos de tus álbumes, los más recientes, son didácticos?
Joann Sfar: Espero que no. Sólo me apetece dar a conocer esta religión, para evitar los eternos tópicos. Cuando la gente oye la palabra judío, se imaginan enseguida sionismo y Sharon. Socorro: ¡Tenemos derecho a existir! Estuve dos veces en Israel en mi vida. No es mi culpa si Ariel Sharon es un tío malo. La mayoría de los israelíes tratan de vivir normalmente y se vuelven locos con las bombas. No tienen más proyecto político que cualquier francés. Los israelíes no tienen vocación de oprimir a las poblaciones árabes. Yo ya estoy harto de que me pidan cuentas por los gestos del gobierno israelí. No soy israelí, soy judío y ni lo hice a propósito. Como francés, puedo sentirme culpable de la elección de Chirac, porque lo voté por segunda vez. Pero no soy elector israelí.
¿Normalmente evidencias tus opiniones políticas?
Joann Sfar: Bueno, no puedo ser de derechas, porque no puedo ser nostálgico del pasado, pero tampoco puedo ser de izquierdas, porque no tengo fe en el futuro. El principio de la izquierda está basado en la esperanza de una sociedad mejor, y no creo en ello. Después de dos mil años, siguen existiendo organizaciones musulmanas que no aceptan que se tomen en foto a las mujeres sin su chador para el carné de identidad. Esas personas están dispuestas a aceptar las ventajas de una sociedad laicista, pero no los inconvenientes, es decir abandonar un poquito de su individualismo cultural para una vida en común. Dar una oportunidad a los de fuera, es permitir que se emancipen en un espacio público, sin símbolos religiosos. Si me hubieran puesto la kippa para ir a la escuela, no sería ahora el mismo hombre, estaría menos a gusto conmigo. Tener respeto por la gente que llega de Maghreb y que vive en suelo francés, es protegerla de los depredadores barbudos, que quieren utilizar su fe con metas políticas. La religión, es para casa y ya está. Bueno, estoy desesperado, ¡pero soy un humanista! Tengo la misma visión tragicómica del mundo que René Goscinny, en Le petit Nicolas. La vida es desesperante, pero ¿qué hacemos? Bebemos chocolate, nos divertimos e intentamos limitar los excesos. No soy nihilista. No creo en el Apocalipsis, sino más bien en la permanencia del exceso. Para mí, la idea de no tener mucha esperanza en el futuro, no significa no tener nada que dar en el presente.
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